¿Por qué las drogas se han convertido en fantasma de la conciencia colectiva, miedo que rodea y alimenta las fobias de la gente, bestia negra en el inmaginario social? No es porque ella alimente lo anómalo o lo marginal, sino todo lo contrario: la droga es la mejor metáfora de una nueva normalidad que atravieza al cuerpo de la sociedad contemporanea de cabeza a los pies.
Se podria decir que la modernización mercantil en la cual se esta sometido, hace como nunca antes, que los sujetos dependan en objetos, servicios y efectos cada vez mas diversos. Su metabolismo requiere poner fuera de las fuentes de satisfacción emocional y existencial, de equilibrio y vitalidad, al punto que esos estados se hacen cada vez mas dificil de generar espontáneamente. No es sólo ni principalmente cuestión de drogas ilícitas, sino de toda una cultura que se deriva de la poderosa industria farmacéutica y de la expansión de sus mercados, que hacen que la densidad de farmacias en las ciudades se incremente en la misma medida que la medicalización de la población. Mas aún, tal como la droga metaforiza el rebosante espiritú medicamentoso, este último a su vez , es metafora del sentido mismo de la sociedad del consumo: coloca fuera del sujeto, bajo la forma de bienes y servicios monetarizables, la mayor dibersidad posible de fuentes requeridas para su bienestar, satisfacción, salud y felicidad. Es la "visión globalizada" de la actual sociedad, cosmopolita y adquisitiva de ser en el mundo.
El aumento y la expansión de del consumo de ansiolíticos, somníferos y antidepresivos, así como la busqueda de experiencias eufóricas o extremas en el deporte-aventura, son parte del síntoma. Y es en las drogas donde se ilustra con mayor elocuencia la dependencia exógena para el ánimo de las personas. En ella reconocemos la perdida de la autonomía espiritual, de la capacidad espontanea para relajarse, entuciasmarse u olvidarse. Y a ella se culpa de esa misma pérdida, aislando solo en la punta de un iceberg, un problema que se deberia gestionar desde la base misma del iceberg. El fantasma cuaja en la droga para ocultar lo demás.
Algo parecido ocurre con el culto a la obtención inmediata de placer en la vida postmoderna. No se pretende con esto inpugnar el hedonismo. La intención va dirigida más bien a un tipo especifico de valoración del placer, que tiende a imponerse en la sensibilidad publicitaria, los mensajes de los medios de comunicación, los escaparates de los malls, en las conversaciones entre profesionales exitosos, en el mundo del espectáculo, y también en los jóvenes una aptitud anomica y marginal que los mantiene sin opciones laborales, donde no tienen nada que perder. Esta valoración propone la imagen seductoras de vidas pobladas por una secuencia de sensaciones placenteras, donde el goce debe ir en aumento, el presente debe intensificar su vibración, y la sensoriedad debe debe acceder a una exatibilidad progresiva. Pero al mismo tiempo, se impone la ansiedad que anticipa la frustración, el vacio premonitorio ante las pausas que baja la adrenalina o la excitación, la confusión respecto al sentido de la vida en medio de este calco de la cotidianidad, repleto de colores vistosos y efectos especiales. La veloz pérdida de satisfacción que producen las mercancías que se han adquirido, es el resorte que impulsa la expansión de los mercados. Mas se renueva el ansia de placer, más emergen entre los ciudadanos las ganas de encontrar en los centros comerciales la busqueda de nuevos bienes.
¿Que mejor metáfora para este principio de obsolescencia acelerada del goce, que el aumento en el umbral de tolerancia de las drogas, vale decir, a mayor frecuencia en el uso, necesidad de mayores dosis para obtener el mismo nivel de placer? Nada mas elocuente que la droga para condensar la dinamica que se etablece entre los mercados y los sujetos, en virtud de la cual la satisfacción, la utilidad o el placer que produce un nuevo producto es cada vez más breve en el tiempo, y requiere cada vez mayor recurrencia o renovación para mantener un mismo umbral de satisfacción, utilidad o placer.
Mas saludables para todos sería conversar el fantasma de la droga para extrovertir la anomalía dentro de la normalidad, repensando desde dónde se aloja la enfermedad y dónde la salud. Sólo revirtiendo el caballo de Troya de la represión y control autoritarista, en el caballo de Troya de la comprensión y la solidaridad, se podria aprovechar el problema de la droga, para entender correctamente los gigantescos y turbios mares de fondo que hoy los circundan.
BASADO EN UN TEXTO DE MARTIN HOPENHAYN.
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